viernes, 5 de noviembre de 2010

Las Almas de los Dragones

Ricardo Otero


Nace  ante los hombres la posibilidad de  enfrentar la tiranía y transformar  a los pueblos, otorgarles la dicha y esperanza, devolver el valor  de la dignidad a cada  uno de los que  ocupamos estas tierras que son nuestro hogar, la dicha de regocijarnos bajo la sombra del árbol que contempla el universo, donde cada  hombre, mujer, anciano niño y hasta  animal, merece  la potestad  sobre su vida, sobre su existencia, donde  el placer de beber agua del manantial y dormir bajo el abrazo cálido de las noches sean nuevamente el deleite de la naturaleza  y el hombre,  y  hoy, en este  día de octubre donde los pájaros silban las melodías de la libertad y el cielo  destellante  nos cobija con el crepuscular dorado que  simboliza el fin del día y a su vez de la tiranía y el terror de la  injusticia,  hoy, nos  alzamos  en contra de las leyes que siendo injustas no pueden de ninguna manera ser  leyes. 


 Conmemoremos en los días pro siguientes en el vasto e infinito  destino de los hombres libres, un grito  hacia la eternidad,  una promesa a nuestros dioses y demonios, que ningún hombre sobre esta tierra  será obligado a recorrer los pasos de la miseria y la  infamia, ningún hombre  será la sombra de otro, ningún  hombre  tendrá  más poder que el que su conciencia, su nobleza y sus virtudes puedan otorgarle. 


Hoy   un día  en el que recordamos a los héroes, remembramos sus  gloriosas palabras, sus conquistas sobre la maldad que  enmarca la historia de nuestra raza en las  eras  que se  desintegran en la memoria, aquella que hoy nos enaltece  con la victoria de la conciencia y la esperanza,  recibamos ante nosotros los  amanecer del mundo  con gallardía y nuestra voluntad de actuar, de  enfrentarnos a la injusticia y la corrupción, seamos  hoy y siempre   hombres dignos de ser recordados por la historia de nuestra humanidad, de nuestros sueños e ilusiones, ilusiones que son titanes ante la barbarie y la crueldad,  vivamos hoy como hombres libres, como   hombres dignos,  caballeros del día y guardianes silenciosos en las noches y las sombras que no acobardarán jamás nuestro corazón de león y nuestra  alma de dragón.


Javier Ricardo Otero

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